PAGINAS MUY ÚTILES

lunes, 15 de julio de 2019

Carta de San Ignacio de Loyola a los niños


Queridos niños:


Me alegra mucho escribirles a pesar de que estoy lejos, en otro tiempo y otra época.
Quiero contarles algo de mi vida. Yo siempre sentí que Dios me amaba mucho; sentía que Él me había mandado a este mundo para hacer algo muy importante. Nací en un pueblo de España llamado Azpeitia. En mis primeros años de vida fui un niño muy curioso y con ganas de aprender muchas cosas; tenía una linda familia y muchos hermanos y hermanas; tenía grandes sueños y quería ser el mejor: el mejor soldado y triunfar en la vida. Al comienzo quise lograr muchas metas, pero sin querer que Dios me ayudara. Quería triunfar, pero no invitaba a Dios a mis triunfos, ni le daba las gracias por ellos; no pensaba en Dios. Cuando crecí llegué a ser un gran soldado y un día me tocó defender el castillo de Pamplona en España. Recuerdo que fue una batalla muy dura y peleamos muchas horas; los enemigos eran más que nosotros, muchos más; y durante la batalla, una bala de cañón golpeó mi pierna rompiéndola en varios pedazos: fue muy doloroso; perdimos la batalla y nuestros enemigos me perdonaron la vida; me llevaron a la casa de mi hermano y allí me operaron la pierna. Estuve mucho tiempo incapacitado, recuperándome en la cama; y allí, como no había libros de caballería y de grandes ejércitos y batallas, me dieron unos libros para que los leyera y pasara el tiempo entretenido y no me aburriera:  un libro de Jesús y otro libro de la vida de los santos que han amado y seguido a Jesús; y mientras leía, algo maravilloso pasó en mi corazón; cada día mi corazón se fue enamorando más y más de Jesús, de Dios. Recuerdan que les conté que no pensaba en Dios, ahora, después de lo que pasó, ya pensaba mucho en Él.

Me imagino que ustedes quieren ser grandes y buenas personas; ¿qué quieren ser cuando sean grandes? Ustedes tienen muchos sueños y quieren lograr muchas cosas en la vida, pero para eso, hay que prepararse, estudiar y ser muy juiciosos; esfuércense mucho para lograr sus sueños; pero yo los invito a que lo que quieran ser y hacer sea con la ayuda de Jesús; piensen mucho en Dios, hablen con Él. Él los acompaña y los quiere ayudar a cumplir sus sueños, y mucho más si ustedes quieren ser como Él: amorosos, solidarios y buenos. Al final de cada día, en la noche, hagan lo que yo hacía: recordaba y revisaba mis comportamientos durante todo el día: miraba lo bueno y lo malo, agradecía todo a Dios, le pedía perdón por mis errores y le prometía algo para el siguiente día y trataba de cumplirlo. Eso se llama examen del día o como lo llaman ahora, pausa ignaciana.
Bueno niños, cuídense mucho; no se dejen desanimar en su vida y sean constantes: no se rindan; sigan para adelante con muchas ganas de amar y servir. Yo sé que ustedes en este colegio aprenden muchas cosas nuevas, pero lo más importante es que aprendan a ser mejores seres humanos, que vivan para servir, para amar, para ayudar a los demás; porque el mundo necesita de personas de buen corazón. Ustedes saben que Jesús ama a los niños y los cuida; ¡ánimo!, llenen ese morral que cargan todos los días y su corazón, de amor, alegría, servicio, para que cuando crezcan, lleguen a ser las personas más maravillosas y amorosas del mundo.
Me dio mucha alegría escribirles. Aunque parece que estoy lejos, siempre estoy con ustedes, los acompaño y les ayudo a que logren sus metas y propósitos para la mayor gloria de Dios y que Él se sienta muy orgulloso de ustedes. Chao niños, algún día nos veremos y nos encontraremos al lado de Jesús. Dios los bendiga. Y recuerden siempre, amar y servir en todo lo que hagan.
Con mucho amor,

martes, 12 de abril de 2011

ESPIRITUALIDAD IGNACIANA


¿Qué es la Espiritualidad Ignaciana?

1° Hay muchas maneras de expresar lo que se entiende por Espiritualidad. Nosotros lo entendemos como «el encuentro del espíritu humano con el Espíritu de Dios, de modo que Dios hace Su propuesta, y la persona humana responde al proyecto de Dios».

2° Ignacio se encontró con Dios en un momento crucial de su vida: cuando sintió en su E cuerpo herido el fracaso de sus ambiciones humanas. A partir de entonces fue captando la llamada de Dios –fue «discerniendo» Su propuesta– y le respondió en forma gradual y progresiva, pero total y radical.

3° La experiencia de «conversión» a Dios la fue viviendo durante varios años, y la escribió Ignacio en un libro que se llama «Ejercicios Espirituales» que, según su mismo autor, es 'Iodo lo mejor que en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos».

4° Los rasgos principales de la espiritualidad que se deriva de los Ejercicios Espirituales ti los podemos sintetizar en los siguientes puntos:

1. Búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.
2. Capacidad para saber discernir los «signos de Dios".
3. Actitud de querer siempre celo más y mejor" en el servicio a Dios.
4. Simpatía y sintonía con todo lo creado y humano.
5. Libertad interior y disponibilidad al servicio del Reino.
6. Conocimiento, valoración y amor personal a Jesucristo.
7. integración entre contemplación y acción: “en todo amar y servir"
8. Amor y obediencia a la Iglesia real.
9. Armonización entre el servicio a la fe y la promoción de la justicia
10. Cultivo de las virtudes y devociones sólidas.

5° La espiritualidad Ignaciana tiene una clara orientación hacia el apostolado. Inspirada en la invitación de Cristo a colaborar con Él en la construcción del Reino de Dios, la persona que vive dicha espiritualidad experimenta una fuerte inclinación a poner todos sus talentos al servicio de la evangelización. Esto supone que tiene muy claro el fin que le propone Dios, y que sabe relativizar todas las cosas como medios para lograr el fin.
6° La vivencia de dicha espiritualidad se alimenta y se canaliza a través de un triple canal: Oración, Formación y Acción. La oración y la acción se integran en la famosa fórmula de «contemplación en la acción». La formación de la persona es permanente, intensa y orientada hacia la maduración cristiana del apóstol: no se estudia para saber no más, sino para servir mejor.
7° Ese ideal de vida supone y exige del cristiano una gran dosis de libertad interior, que Ignacio llama «indiferencia», pero que es la disposición interior necesaria para poder vivir el planteamiento evangélico de «Busquen, ante todo, el Reino y la Justicia de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt. 6,33).

8° El logro de esa libertad interior es fruto de un proceso de formación humana y cristiana en el que confluye el cultivo personal de dicha facultad con la experiencia espiritual personal que hace que uno descubra en Jesús «el gran valor de su vida». De ahí que se diga con toda propiedad que el Cristocentrismo es una nota característica de quien comparte la espiritualidad ignaciana.

Tomado de la página www.jesuitasparaguay.org.py/espiritualidadigna.html